La leyenda del Kakasbal, que fue derrotado por la fidelidad de un perro.
El Kakasbal, de acuerdo con la cultura maya, es un ente maligno de gran estatura, con muchos pies y brazos, muy peludo, que en ciertas noches vagaba por los campos destrozando plantas y animales, devorando hombres y bebiendo sangre de niños.
Una de las leyendas más conocidas sobre los encuentros del Kakasbal con los hombres habla de la única vez que ha sido derrotado y no precisamente por un hombre.
Había una vez un hombre que tenía un perro. Pero como este hombre era muy pobre, siempre estaba malhumorado y desquitaba su coraje golpeando a su fiel perro.
El demonio Kakasbal se dio cuenta de ello y quiso sacar provecho del resentimiento que seguramente sentía el animal contra su amo. Entonces, se le apareció al perro y le dijo:
—Y cómo no he de estarlo, si mi amo me pega sin motivo —contestó el perro.
—Sé bien que tu amo es un malvado. ¿Por qué no lo abandonas? —sugirió Kakasbal.
—Es mi amo y debo estar a su lado —afirmó el perro.
—Yo podría ayudarte a escapar —propuso Kakasbal.
—Nunca lo dejaré —dijo el famélico perro.
—Pero tu amo jamás agradecerá tu fidelidad —arremetió Kakasbal.
—No importa, yo siempre le seré leal —aseveró el perro.
Tanto insistió Kakasbal que, para librarse de ese demonio, el perro le dijo:
—Hummm, me has convencido, dime qué debo hacer.
—Dame tu alma —respondió el malvado demonio.
—¿Y qué recibiré a cambio? —preguntó el perro.
—Todo lo que quieras —prometió Kakasbal.
—Quiero que me des un hueso por cada pelo que tenga en mi cuerpo —pidió el perro.
—Trato hecho —dijo emocionado Kakasbal —y comenzó a contar los pelos del perro.
Pero cuando Kakasbal estaba contando los últimos pelos del perro, éste dio un brinco y la cuenta se perdió.
—¿Por qué te moviste? —le preguntó Kakasbal.
A lo que el perro contestó:
—Las pulgas me devoran y me hicieron brincar. Vuelve a contar.
Cien veces comenzó la cuenta Kakasbal, y cien veces la perdió porque el perro siempre brincaba. Kakasbal al fin comprendió que nada podría hacer frente a la lealtad del perro, y le dijo:
—Ya no seguiré contando tus pelos. Me has engañado, pero también me has dado una gran lección: Es más fácil comprar el alma de un hombre que el alma de un perro.
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