Cuando los muertos vuelven al mundo de los vivos


Los muertos habitan en la palabra de los vivos. Los  vivos caminan  la palabra de los muertos como en otros tiempos donde hubo memoria de la vida. La palabra en otros tiempos presentes fue sagrada, estos  tiempos  también  fueron ya pasados y la palabra sólo la usan los abuelos y abuelas  para la  interlocusión con los muertos.
Poco antes de los primeros rayos de sol cinco  rezanderos  de  los más experimentados, en el cerro la Purísima de Atlamajalcingo del Monte, Guerrero, llaman  a los muertos con dos velas o más, dos collares de cempasúchil de 13 o 9 flores o dos ramos y el copal, así la palabra inicia cuando la puerta del mundo de los muertos se abre.
Vengan, vengan, vengan los abuelos llaman a los muertos a todos los que fueron mayordomos, “venditas almas del purgatorio aquí llegaron ahora, fundador de Atlamajalcingo del Monte, fundador de la parroquia, vengan, yo los llamo”.
La espera de los muertos inicia a las 20:00 horas con una gran fogata, la banda de chile frito y la olla de café que ha llevado una familia para degustar con el frio cortante.  Al sur yace una cruz, tres  velas grandes y el humo del copal. El 27 de octubre de 2019 cuando la noche  cae más pesada como a las 12:00 sobre  las montañas dos rezanderos  dirigen sus pasos a la  cruz y empiezan  los rezos y el diálogo con los  muertos. El tiempo se  detiene bajo un  cielo estrellado. La  palabra sagrada  de  los rezanderos tarda  tres horas, después  descansan un par de horas y se levantan a las cuatro de  la mañana para rezar nuevamente, para este momento muchas  familias del pueblo  han llegado a lo  alto  del  cerro  para llevarse a sus  muertos  que en estos días convivirán.
A las cuatro de la mañana familias llegan con sus ramos de flores o collares de cempasúchil, sus velas y su copal, mientras los rezos continúan varios señores sacan  las brazas de la fogata  -que en  la noche resplandecía- para depositarlos en el sahumerio para que brote el humo de copal que es el canal de comunicación con  el mundo de los muertos y los vivos.
A las 7:00 de la mañana los rezanderos se encaminan más o menos a 300 metros mirando el horizonte por donde sale el sol. Todas las personas con sus canastos de comida, velas y copal en tanto la palabra de los rezanderos fluye por los aires. Las mayordomías llevan bebidas tradicionales, una lleva chicha (bebida fermentada elaborada de maíz y panela)  y agua pizorra (bebida fermentada de agua de caña). Al  recibir a los muertos, a los familiares que  están  en  otros mundos porque sólo  han cambiado de hogar, se les invita tequila, chicha y  agua pizorra.
A las 9:00 de la mañana regresaron donde se había acampado durante la noche para realizar una reunión ya con los antepasados presentes. Los muertos y los vivos deben  de ser participes de la reunión con dos  o tres rondas de chicha y agua pizorra durante el desarrollo de la asamblea en  la que  se tocan temas importantes de la comunidad, en esta ocasión se nombraron dos rezanderos más porque “otros ya se nos adelantaron”. La asamblea terminó a las 11:40 de la mañana.
Los rezanderos y el encargado de los usos y costumbres  dieron por terminada la asamblea. En seguida, los principales enfrente de una procesión, la gente atrás y la banda de chile frito al final, más adelante una comisión  lanzaban cohetes. Más adelante todas las personas pararon, la banda tocando, bailaron porque es la fiesta de los muertos, pero los vivos les llega la alegría también porque no hay separación  entre el mundo de los muertos y el de los vivos. Así llegan al pueblo y por las calles de Atlamajalcingo del Monte bailan y así  van dejando los muertos que visitan  este mundo.

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