ESCUCHA A TU CUERPO


Sigue al cuerpo. Nunca trates de dominarlo de ninguna manera. El cuerpo es tu base. Una vez que has comenzado a entender a tu cuerpo, el noventa y nueve por ciento de tus sufrimientos desaparecerán de la manera más sencilla. Pero no quieres hacer caso.
El cuerpo dice: “¡Para! ¡No comas!”. Pero sigues comiendo, le haces caso a la mente. La mente dice: “Es muy sabroso, delicioso. Un poco más”. No escuchas al cuerpo. El cuerpo se siente asqueado, el estómago está diciendo: “¡Basta! ¡Ya tengo suficiente! ¡Estoy cansado!”. Pero la mente dice: “Fíjate qué sabor… toma un poco más”. No dejas de hacerle caso a la mente. Si escuchas al cuerpo, el noventa y nueve por ciento de los problemas desaparecerán sin darte cuenta y el uno por ciento restante serán tan sólo accidentes, no problemas serios.
Pero desde la infancia hemos sido apartados del cuerpo, nos han alejado de él. El niño está llorando, el niño tiene hambre y la madre está mirando el reloj porque el médico le ha dicho que sólo pasadas las tres horas hay que darle de mamar. Ella no está mirando al niño. El niño es el verdadero reloj al que hay que mirar. Ella escucha al médico, y el niño está llorando, está pidiendo comida, necesita comer ahora mismo.
Si al niño no se le da de comer enseguida lo estás apartando del cuerpo. En lugar de darle comida le das un chupete. Lo estás engañando y lo estás defraudando. Le estás dando algo falso, de plástico, y estás intentando distraer y destruir la sensibilidad corporal. No se le permite a la sabiduría del cuerpo dar su opinión, es la mente la que se hace cargo. Al niño se le está calmando con el chupete, se duerme. Entonces el reloj dice que ya han pasado las tres horas y que puedes darle la leche al niño. Pero el niño está profundamente dormido, ahora su cuerpo duerme; lo despiertas, porque el médico dice que hay que darle la leche. Destruyes de nuevo su ritmo. Poco a poco, alteras todo su organismo. Llega un momento en que llega a perder todo sentido de su cuerpo. No sabe lo que quiere éste: si quiere comer o no quiere comer, no sabe; si el cuerpo quiere hacer el amor o no, no sabe.
Todo es manipulado por algo desde el exterior. Mira la revista Playboy y al cuerpo le apetece hacer el amor. Esto es algo tonto, es algo de la mente. El acto del amor no resultará gran cosa; será tan sólo un estornudo, nada más, un alivio. No es amor en absoluto. ¿Cómo va a surgir el amor a través de la mente? La mente no sabe nada del amor. Todo llega a convertirse en un deber.
Tienes una esposa, tienes un marido, tienes que hacer el amor; se convierte en un deber. Obedientemente, religiosamente, cada noche haces el amor. Ya no hay sitio para la espontaneidad. Entonces empiezas a preocuparte porque sientes que nada te está satisfaciendo. Te pones a buscar alguna otra mujer. Empiezas a pensar lógicamente: “Quizá esta mujer no sea la adecuada para mí. Puede que no sea mi alma gemela. A lo mejor no está hecha para mí. Yo no estoy hecho para ella, porque no me excita”.
La mujer no es el problema, el hombre no es el problema: tú no estás dentro del cuerpo, ella no está dentro del cuerpo. Si la gente estuviera dentro de él, nadie perdería esa maravilla llamada orgasmo. Si la gente estuviera dentro de su cuerpo, conocería los primeros atisbos de Dios a través de sus experiencias orgásmicas.
Escucha a tu cuerpo, sigue a tu cuerpo. La mente es tonta, el cuerpo es sabio. Si consigues entrar a fondo de tu cuerpo, justo en todas esas profundidades encontrarás tu alma.
El alma está escondida en las profundidades del cuerpo.

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