POR DIFÍCIL QUE SEA UN NIÑO, NUNCA DEJES DE HABLARLE BONITO
Los niños son seres especiales, pequeñas cajas de sorpresa, baúl de emociones y ocurrencias, pero especialmente cera, el niño es como la cera de vela, en la cual quedará impreso todo lo que en él se grabe, intencionalmente o no, el niño repetirá todo lo que vio y escuchó en algún momento de su vida.
Solemos perder la paciencia muchas veces con los niños, pueden llegar a ser agotadores y bastante difíciles de disciplinar, llegan a confundirnos, a llevarnos a la intolerancia, y para aquellos padres que realmente se las ven en etapas difíciles con sus hijos, sonará familiar el tema de aprender a lidiar con nuestras emociones para poder hacer frente a la conducta de nuestros hijos.
Sabemos que no es fácil, que no con todos los niños se logran transformaciones inmediatas, que muchas veces son caminos largos y no dejan de sorprendernos con su conducta, sin embargo, hay algo muy importante que no debemos olvidar al ser padres o ser responsables de la formación de un niño, jamás debemos cansarnos de hablarles bonito.
¿Alguna vez pones atención cuando le llamas la atención a un niño de manera dulce y sutil? ¿Has observado como los niños responden ante la disciplina afectiva? ¿Cómo puede un niño llegar a identificarse con mucha más rapidez, ante una palabra de amor y consuelo que ante un golpe?
Ocurre que los niños son seres afectivos, que independientemente de sus inclinaciones, nacen dispuestos al amor, a ser amados, a ser aceptados y muchas veces, traen a flor de piel la defensa, la rebeldía, la autoridad, el reproche, muchos niños no logran controlar su carácter ante el hecho de ser dirigidos por alguien más, pequeños ancianos para muchos, espíritus irreverentes para otros, el caso es que a los niños hay que saber buscarles el punto frágil, ese punto donde captamos su atención, donde sentimos que nos responden, que reaccionan a nuestro llamado, pero desde el corazón, no desde el temor o el dolor.
Para muchos padres y personas en general, una palmada a tiempo puede resolver muchos percances, sin embargo, una palabra de amor y consuelo, de compasión y de ternura, puede grabar más hondo en el alma de ese niño el mensaje que deseas enviarle, porque quizá no tenga una reacción inmediata a nuestros deseos, como pudiera tenerla una palmada, pero de seguro ese niño recordará esas palabras el día de mañana y así las repetirá cuando de ellas requiera, lo mismo que hará con la palmada y el resentimiento de verse humillado y no poder defenderse.
No nos cansemos jamás de hablarles a los niños, pero de hablarles bonito, de agradecerles por existir, de valorar su inocencia, de cuidar lo delicado de su vida, de sus orientaciones y de aquello que debemos corregir en ellos. Las palabras pueden sonar ligeras, pero calan en el alma, en el corazón y se quedan grabadas en la memoria. Háblale bonito, el niño será un adulto agradecido.
El amor es para el niño como el sol para las flores; no le basta pan: necesita caricias para ser bueno y ser fuerte.
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