LAS 5 HERIDAS QUE NOS IMPIDEN SER UNO MISMO


Al nacer no somos conscientes de las heridas de vidas pasadas, pero nuestra alma quiere que nos aceptemos con nuestras experiencias, defectos, potenciales, debilidades, deseos, personalidad. Todos tenemos esas necesidades.

Sin embargo, poco después de nacer, nos vamos dando cuenta de que ser naturales choca con los modelos del mundo, y así, desde el nacimiento vamos pasando por crisis, crisis de la infancia, crisis de la adolescencia, etc., creando numerosas máscaras (nuevas personalidades) que sirven para protegernos del sufrimiento que vivimos en el transcurso de nuestra vida y tapar nuestras heridas.

Las máscaras de cada herida son las siguientes:

Herida – Máscara

Rechazo — Retraido
Abandono — Dependiente
Humillación — Masoquista (emocional/mental)
Traición — Controlador
Injusticia — Rígido

1. Herida Rechazo – Retraimiento

Rechazar alguien es repelerlo, echarlo. La persona que nos rechaza nos dice “no te quiero a mi lado”. La persona que nos abandona dice “no puedo tenerte conmigo”, y nos deja para ir en busca de algo o de alguien. Hay que tener clara la diferencia entre rechazo y abandono.

Un ejemplo claro son los bebés que no son bienvenidos al tenerse por accidente. La herida se activa sobretodo en la relación con el padre del mismo sexo. Es del todo humano pues, que no aceptes o odies al padre que tiene el mismo sexo que tu. No significa que tu padre te rechazara. Significa que tu interpretaste una o varias experiencias como si fueran un rechazo de tu persona.

Otra persona lo podría haber vivido como una humillación. Si sufres de la herida del rechazo, la no aceptación del padre del mismo sexo explica las dificultades que tienes en aceptarte y amarte a ti mismo. Si reconoces que sufres de la herida del rechazo, es muy probable que el padre de igual sexo que tu también la sufra, y no sólo se haya sentido rechazado por su padre del mismo sexo, sino que se sienta rechazado por ti.

Tu herida de rechazo está en vías de sanación cuando cada vez ocupas más tu lugar y te atreves a afirmarte. Además, si alguien parece olvidarse de que existes, no te sientes incómodo internamente. Cada vez es menor el número de situaciones en las que temes sentir pánico.

2. Herida de Abandono – Dependencia

La herida del abandono se siente más al nivel del “hacer y tener” que en el nivel del “ser” (como es el caso de la herida del rechazo).

Situaciones que pueden despertar la herida del abandono son:

  • La madre debe ocuparse de su recién nacido bebé. El otro hijo puede sentirse abandonado.
  • Si los padres trabajan todo el día y no tienen tiempo para los niños, pueden sentirse abandonados.
  • Si tiene que estar en cama en el hospital sin entender qué le ocurre, si es dejado en casa de su tía durante unas cortas vacaciones, etc.

Normalmente la herida del abandono se reaviva con el padre de sexo opuesto. Normalmente quien sufre de abandono también sufre de rechazo (con el padre del mismo sexo). Mientras sigamos estando resentidos con alguno de nuestros padres, tendremos dificultades con las personas del mismo sexo que nuestro padre a quien no hemos perdonado. Quien sufre de abandono siente que no tiene suficiente alimento afectivo.

Cuando se activa tu herida de abandono, te colocas la máscara de dependiente, que te hace ser como el niño pequeño que tiene necesidad de atención y la busca llorando, quejándose ó siendo sumiso ante lo que sucede porque no cree poder lograrlo por sí mismo.

Quien sufre de abandono alimenta su herida cada vez que abandona un proyecto en el que tenía mucho interés, que se deja caer, que no se ocupa lo suficiente de sí mismo y que no se presta la atención que necesita. Infunde temor en otros al apegarse excesivamente a ellos, y de esta forma se las ingenia para perderlos y estar de nuevo solo. Hace sufrir a su cuerpo y se crea enfermedades para recibir atención.

Tu herida de abandono está en vías de sanación cuando te sientes bien contigo mismo si estás solo y cada vez menos buscas llamar la atención. La vida te resulta menos dramática. Cada vez tienes más deseos de emprender proyectos e incluso, si los demás no te apoyan, puedes continuarlos.

3. Herida de Humillación – Masoquista

La herida de la humillación se despierta en el niño cuando este siente que alguno de sus padres (indistinto el sexo) se siente avergonzado de él, o tiene miedo que se pueda sentir avergonzado porque se ha ensuciado, porque no guarda las formas sociales, o porque va mal vestido, etc. El niño se siente degradado, comparado, mortificado o avergonzado a nivel físico de “hacer” o “tener”. Uno puede sentirse culpable sin sentirse avergonzado, pero quien se siente avergonzado también se siente culpable.

Sentimos culpa cuando juzgamos que la cosa que hicimos (o no hicimos) está mal hecha. Sentimos vergüenza cuando consideramos que nosotros somos malos por hacer. Cuando la herida de humillación se activa, te colocas la máscara de masoquista, que te hace olvidar tus necesidades para no pensar sino en las de los demás y transformarte en una buena persona, generosa, siempre dispuesta a prestar sus servicios incluso más allá de sus límites.

También te las ingenias para cargar sobre tu espalda las responsabilidades y compromisos de quienes parecen tener dificultades para realizar lo que deben aún antes de que te lo pidan. Asimismo, te las arreglas para no ser libre, a pesar de que esto sea muy importante para tí. Cada vez que tus actos o tu manera de proceder están motivados por el temor a sentir vergüenza ó humillación, indica que llevas puesta tu máscara de masoquista.

Quien sufre de humillación alimenta su herida cada vez que se rebaja, que se compara con otros infravalorándose y se acusa de estar gordo, de no ser bueno, de carecer de voluntad, de aprovecharse de algo… Se humilla vistiendo ropas que no le favorecen y ensuciándose. Hace sufrir a su cuerpo dándole demasiados alimentos que digerir y asimilar. Sufre al asumir las responsabilidades de los demás, lo cual le priva de libertad y tiempo para sí mismo.

Tu herida de humillación está en vías de sanación cuando te tomas tiempo para conocer tus necesidades antes que las de otros. Cargas menos sobre la espalda y te sientes más libre. Dejas de crearte tus propios límites. Eres capaz de hacer preguntas y de ponerte en tu sitio sin creer que molestas.

4. Herida Traición – Controlador


El alma que encarna para sanar esta herida nace con un padre (del sexo opuesto al suyo) con quien hay una fuerte atracción o lazo de amor, generando un fuerte complejo de Edipo que no se ha resuelto. Eso significa que la dependencia del padre de sexo opuesto es muy fuerte, y en sus relaciones futuras esperarán mucho de su pareja, esperando recibir lo que no recibieron de su padre/madre. En sus relaciones les costará comprometerse por miedo a ser decepcionadas (traicionadas).

De niño se sintió traicionado por el padre de sexo opuesto cada vez que ese padre no mantenía su palabra o promesa, o cada vez que no cumplía sus expectativas de “padre ideal”. El niño también se sentía traicionado cada vez que su padre del mismo sexo se sentía traicionado por el padre del sexo opuesto. Una niña podría sentirse traicionada por su padre si sentía que este le daba menos atención cuando nació otro hermanito.

Para no sentir la herida de traición, la personalidad construye la máscara del control. Quieren mostrar al mundo que son gente de confianza, responsables, con palabra, fuertes, importantes.

Cuando vives la herida de traición, te colocas la máscara de controlador, que te vuelve desconfiado, escéptico, defensivo, autoritario e intolerante debido a tus expectativas. Haces todo lo posible por demostrar que eres una persona fuerte y que no te dejas llevar o manejar fácilmente; sobre todo, intentas mostrar que no permites que los demás decidan por ti.

Esta máscara te obliga a hacer todo lo posible para evitar perder tu reputación hasta el punto de mentir. Olvidas tus necesidades y echas mano de lo necesario para que los otros piensen que eres una persona de fiar. Esta máscara también te hace proyectar la imagen de una persona segura de sí misma, aunque no se corresponda con la realidad y dudes de tus decisiones o actos.

Quien sufre de traición alimenta su herida mintiéndose. Se castiga al hacer todo por sí mismo porque no confía en los demás y no delega nada. Si delega, se ocupa tanto de asegurarse de que los demás hagan lo que espera de ellos, que se impide disfrutar de la situación.

Tu herida de traición está en vías de sanación cuando no vives con tanta intensidad las emociones del momento ó cuando alguien o algo altera tus planes y cedes con facilidad. Cabe señalar que “ceder” significa dejar de estar sujeto a los resultados y a que todo suceda según lo planeado. Ya no intentas ser el centro de atención. Cuando te sientes orgulloso porque lograste una hazaña, puedes sentirte bien aun cuando los demás no te reconozcan.

5. Herida Injusticia – Rígido

Sufrimos de la herida de injusticia cuando sentimos que no somos apreciados por nuestro verdadero valor, cuando no nos sentimos respetados o cuando creemos que no recibimos lo que merecemos. También sufre esta herida quien cree que recibe más de lo que se merece.

La herida se activa con el padre del mismo sexo. Si sentíamos que ese padre no expresaba sus sentimientos con nosotros, sufrimos una relación “fría” y superficial con el/ella, lo cual nos limita a podernos expresar y ser nosotros mismos. Si el padre del mismo sexo era además autoritario, crítico y estricto, la herida es mayor. De pequeño quien tiene esa herida siente que es más apreciado por lo que hace que por lo que es.

La reacción de la persona que sufre la herida es disociarse de sus sentimientos, como forma de sentirse protegidos y no vulnerables. Para ese fin te colocas la máscara de rígido, que hace de ti una persona fría, brusca y seca al nivel de tu tono muscular y tus movimientos. Esta máscara te hace ser asimismo muy perfeccionista y vivir sentimientos de ira, impaciencia, crítica e intolerancia contigo mismo. Eres muy exigente y no respetas tus límites. Cada vez que controlas, que te contienes y que eres duro contigo mismo, significa que estás portando tu máscara de rígido.

Si reconoces esta herida en ti, puedes sanarla empezando por reconocer cuando eres injusto con los demás y contigo mismo. Si sientes vergüenza, es señal que no somos justos con nosotros (ni con los demás).

La herida de injusticia está en vías de sanación cuando te permites ser menos perfeccionista y cometer errores sin montar en cólera ó criticarte. Te permites mostrar tu sensibilidad y llorar frente a otros, sin perder el control y sin temer el qué dirán.



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