RENACER DE NUESTRAS CENIZAS Y HACER SITIO A LO NUEVO



Todos hemos pasado alguna vez en la vida, por situaciones dolorosas, hemos vivido la ”noche oscura del alma”, pero si recordamos esos momentos, comprobaremos que, en ocasiones, esas difíciles circunstancias han tenido en nosotros una repercusión curiosa; ha sido un momento de evolución, renovación y de tomar un nuevo rumbo. 

A veces es necesario bajar a las “zonas oscuras” para reencuadrar situaciones y buscar partes perdidas de nosotros mismos; es así como aprendemos a enfrentarnos a nuestros propios miedos o a la muerte. 

No me reero a la muerte física, sino a las pérdidas o muertes simbólicas que existen en el proceso vital de todo ser humano. Cuántas veces hemos oído hablar de gente que pasa por difíciles experiencias –un accidente, una enfermedad, un despido laboral, un divorcio o un desamor– y dicen que ese contratiempo vital fue lo mejor que les pudo suceder en la vida. Han asumido, aceptado, aprendido y resurgido de esas situaciones con otra fuerza, otra perspectiva.

 Deberíamos aprender a dar la bienvenida a los cambios: aprender a renunciar a un estilo de vida, una relación, una amistad, una idea, un comportamiento; pues “sólo una copa vacía puede ser llenada de nuevo”. Nuestras pérdidas hacen sitio a lo nuevo, preparan el camino a lo que vendrá, que por regla general, es mucho más apropiado para nuestro presente.

Cuando algo o alguien se vaya de nuestra vida, despidámosle dándole las gracias por todo lo que le nos aportó, y luego dejémosle ir. En vez de apenarnos por lo que se va, deberíamos prepararnos para lo que viene. De ahora en adelante acostumbremos a dar las gracias a toda persona o situación que deje nuestra vida, pues sabremos que están dejando el asiento libre para algo o alguien mucho mejor para nosotros, con ello abriremos las puertas a otras posibilidades, otras oportunidades; a otros más variados destinos.

No hay que temer las “pérdidas” pues son rehabilitaciones vitales para que podamos reorganizar nuestra vida. Nada es para siempre, ni siquiera uno mismo. Renacer es bello, trae consigo salvia nueva con la que aderezar nuestras vivencias. 

 Que no nos apenen todos los “no” que recibamos, todos los desprecios y desplantes, todos los “despidos existenciales”, pues para evolucionar y resurgir con fuerza, primero hay que descender a las oscuridades de uno mismo y rescatar de lo más hondo la Luz más excelsa, una nueva Luz que nos sirva de guía para ver con discernimiento, todo lo que nos acontezca desde ese instante en adelante.








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