La música y los cantos rituales de los antiguos indígenas.
Del paraíso el dios del viento fue a sacar la música. Considerando esta supremacia divina de origen, es inevitable pensar que la tradición musical se encuentra en casi todos sus rituales de origen indígena.
A decir de Miguel
León-Portilla y otros historiadores, la música fue
un regalo divino en el mundo prehispánico. Fue traída por Ehécatl desde la Casa del Sol –Tonatiuhichan–, una
especie de paraíso donde, según la leyenda náhuatl, se encontraban las personas que tocaban
instrumentos y cantaban músicas preciosas.
Del paraíso el dios
del viento fue a sacar la música. Considerando esta supremacia divina de
origen, es inevitable pensar que se encontraría en casi todos sus rituales a
manera de letanias o sonidos infinitos, y a manera de invocación. Existen
numerosos mitos que advierten la creación de la música, de los
instrumentos musicales, o incluso su interacción en ciertos eventos
trascendentales. Por ejemplo, se cuenta en uno de ellos que la creación del
hombre fue anunciada en el inframundo con la trompeta de caracol, o que
Quetzalcoatl, ya en el inframundo, burló la trampa de Mictlantecuhtli tocando
un caracol horadado por insectos.
De todos los
ingredientes utilizados en rituales prehispánicos,
los más importantes siempre fueron la danza y la música. En estética, estas dos
artes han estado ligadas de por vida; establecen una correlación de hermandad,
un gen que les mantiene al ritmo una de otra. Esta relación sin duda está
asociada a su capacidad de reproducirse una y otra vez al borde del éxtasis.
Y en ese trance al que sus practicantes se someten cuando son practicadas,
cientos de revelaciones se conjuran.
El evangelio y los hallazgos de música
ritual
Como ya se sabe,
muchos de los rituales prehispánicos desaparecieron
en la conquista. La ruptura del mexicano con sus costumbres paganas, más cerca
de la tierra y de los dioses que de su envoltura, fue tal vez el más
difícil de los retos que emprendían llegado el “nuevo mundo”. Una nueva etapa
de injurias, violaciones y tristezas le desmembraban la identidad a
aquellos indígenas que habían sido formados así, de nacimiento y cientos
de años atrás.
El salto de olvidar
las creencias que sostenían su mundo y abrazar el evangelio fue probablemente
traumático. Miles de indígenas murieron protegiendo estos rituales y negándose
a olvidarlos. El caso que tenemos a la mano es el de las idolatrías de
Oaxaca. La amnistía general por causas de idolatría, fue una estrategia de
la Nueva España para enterrar los rituales mexicanos que
se celebraban con fervor principalmente en Oaxaca, en la década de 1700. Fue
famosa porque logró volcar a varios indígenas en contra de su propia raza,
dándoles un papel de “delatores” a cambio de su perdón. Esto no habría de
lograrse sin la evangelización y sus estrategias, que básicamente
consistían en asesinar a quien se resistiera. Cabalmente, dichas “idolatrías”
se encontraron precedidas por la ejecución y descuartizamiento de
indígenas en varias regiones de Oaxaca, según indican estudios.
Así fue como
zapotecas, chinantecas y mixes confesaron en aquél tiempo sus ceremonias y
entregaron a las alcaldías españolas calendarios y otros
textos rituales. De aquella recopilación se tienen algunos cuadernos que
ubican algunos de los rituales, e ingredientes que se utilizaban para su ejecución,
como lo son los cantos. Buena parte de la música prehispánica y la
indígena actual se encuentra liderada por cantos. La misma poesía se
consideraba una especie de cantar. Pero, cuando se trataba de ceremonias
religiosas, los sonidos eran un lenguaje esencial para comunicarse con la
naturaleza y sus divinidades, para dar gracias y también para celebrar. De sus
tradiciones musicales se despliegan catálogos enteros de instrumentos para la ejecución
musical.
Xochipilli, dios del canto, la música y la danza.
Actualmente existen innumerables
variaciones de danza y cantos que a pesar de las circunstancias no pudieron
olvidarse. Se transformaron. Un caso muy popular es el de la danza de los
concheros, cuya ejecución se puede ver en La Plancha del Zócalo Capitalino, de
la Ciudad de México, frente a donde alguna vez estuvo el Templo Mayor y hoy
reina una Catedral Metropolitana.
Existen otros loables
intentos por rescatar la música de los antiguos indígenas. A nivel
internacional se destaca el valiosísimo trabajo de Henrietta Yurchenco, quien recabó grabaciones
musicales de linajes como el purepecha, huichol, cora, seri, rarámuri,
tzotzil, tzeltal, y yaqui. Por otro lado está el catálogo de Smithsonian, Folkways, donde se sintetiza buena parte de los cantares y
ritmos ritualísticos de México y toda América.
De su grandiosa
colección destacan, por ejemplo, los cantos de María Sabina, o una recopilación de
nombre Indians Music of Mexico, que presenta una serie de
ritmos retroalimentados, casi como un mantra:
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