Los seis chamanes más poderosos de México


Vivimos en la incertidumbre, los avances en científicos y filosóficos nos han explicado la forma en que funciona el mundo que nos rodea: aprendimos que los fenómenos naturales no son un castigo de Dios, nos dimos cuenta de que no somos el centro del universo y descubrimos las razones detrás de las enfermedades. A pesar de todos estos avances, todavía no hemos logrado resolver preguntas fundamentales que en ocasiones nos quitan el sueño: ¿Qué es la vida? ¿Qué es el tiempo? ¿Hay algo después de la muerte? 

Para resolver esta serie de preguntas los seres humanos creamos la cosmovisión: un hecho histórico compuesto por diversos sistemas ideológicos con los que una entidad social aprehende el universo. En Mesoamérica esta forma de entender el mundo se basaba en la idea de que en el mundo existían seres sobrenaturales que eran imperceptibles para el hombre en situaciones normales. 


Estas fuerzas no sólo habitan el cielo y el inframundo, también estaban presentes en la realidad física y en el interior de los seres mundanos. Por esta razón todo hombre era sumamente consiente de su lado espiritual: cada familia tenía una deidad propia, cada barrio tenía a su protector e inclusive al cazar o talar a un árbol tenían que agradecer a la entidad inmaterial que estaba dentro de la madera o del animal. 

Fue así como la religión y la medicina formaron parte de una misma disciplina. En esta ciencia, el chamán fue el vínculo entre estos dos mundos; popularmente se conoce que estos hombres alcanzaban estados de la consciencia por medio de plantas psicoactivas, pero su misión iba mucho más allá al ser los responsables del cuidado físico y mental de las comunidades a las que pertenecían. 



Don Lucio 
Lucio aseguraba tener el don de apelar a las fuerzas del tiempo; cuando su comunidad necesitaba de lluvias o deseaba que un fenómeno meteorológico tuviera compasión, apelaba a su persona. Este chamán pertenecía al linaje de los “graniceros”, hombres elegidos por una deidad superior que se manifiesta a través de un rayo. Este poder eléctrico dejó a Lucio en un coma de tres años, pero la espera valió la pena, ya que obtuvo el poder de comunicarse con los “trabajadores del tiempo”. Su don no podía tener precio, era consciente de que los dioses le habían encomendado la tarea de servir a su pueblo y esa fue su misión hasta sus últimos días. 



María Sabina 
Sin duda la mayor curandera y chamana de nuestro país, recibió fama internacional gracias a Robert Gordon Wasson, banquero y micólogo estadounidense que realizó un amplio reportaje para la revista “Life” donde narró una ceremonia con luces estroboscópicas. Fue gracias a su esposo Marcial que conoció los viajes astrales, con ayuda de hongos alucinógenos acompañaba e instruía a todo interesado en buscar su yo interno. Por si fuera poco, desarrolló la capacidad de decodificar el hipocampo de sus pacientes para esclarecer los aspectos difusos de la mente. 



Doña Panchita 
Su nombre era Bárbara Guerrero, pero las personas que rodearon a esta chamana de estirpe náhuatl, la nombraron “Panchita”.  Aseguraba que tenía la capacidad de dar señales espirituales a los cuerpos de otras personas para sanarlos a través de “operaciones quirúrgicas milagrosas”. El compañero que la ayudaba a realizar todas estas acciones era Cuauhtémoc, el legendario caudillo mexica que en esta ocasión se investía con un don terapéutico. Esta fuerza espiritual –a la que llamaba “hermano”– siempre disponía de un recurso para aliviar cualquier tipo de sufrimiento a pesar de que el paciente fuera desamparado por la ciencia médica. 



Don Iván Ramón 
Uno de los mayores discípulos de Panchita, Iván Ramón, era originario de la Sierra de Oaxaca y siguió los pasos de su maestra al curar como un médium. A él acudían personas con todo tipo de afectaciones, desde adultos con diabetes hasta hombres que simplemente asistían por una revisión anual. Su método de curación iniciaba con una lectura de la mano y continuaba con una limpia, después de estas acciones muchas personas aseguraban que tenía el don de percibir la vibra de las personas a través de sus dedos. 



Espiridión Altamirano Lucas 
Desde muy pequeño demostró tener todas las habilidades: tenía una inclinación a curar y soñar, memoria prodigiosa, curiosidad por los fenómenos sobrenaturales, amor al canto y a la música. Fernando Benítez lo describió como “el chamán ideal”. Se nombraba Pilo y durante sus rituales hablaba huichol, el idioma esotérico de los grandes chamanes, y se sabía de memoria los innumerables versos de las “Panchitas”, cantos de ceremonias antiguas y conjuros necesarios para su profesión de curandero. 



Don Juan Matus 
Su vida es una de las mayores incógnitas en el mundo del chamanismo ya que hay una gran cantidad de personas que dudan de su existencia. Según Carlos Castañeda, a principios de los años sesenta viajó al desierto de Sonora donde conoció a un indio yaqui que se convirtió en su guía espiritual. Aparentemente Juan Matus era un descendiente de los toltecas y le enseñó los usos del peyote y de otros estrógenos conocidos como la “hierba del diablo” y el “humito”. Las enseñanzas de este hombre fueron recopiladas en más de diez libros que se convirtieron en grandes éxitos comerciales. Al parecer nunca sabremos si Juan Matus existió, pero lo que es un hecho es que cambió para siempre el mundo de los chamanes. 


Buena parte de estas experiencias y dones fueron alcanzados por medio de alteraciones de la consciencia provocados por el consumo de plantas u hongos alucinógenos. Estos estados pueden adentrarnos en mundos que nos adentren a lugares de nuestra mente que creíamos que no existían. 


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