YA NO ME IMPRESIONAN LOS BELLOS CUERPOS, SINO LAS BELLAS ALMAS


Llega un momento en que no nos impresionamos con bellos cuerpos, sino con bellas almas. Definitivamente a medida que el tiempo pasa y vamos apreciando la vida de una manera más madura, con más vivencias, con más consciencias, nuestras escalas de prioridades se modifican, lo que en un momento resultó primordial, se vuelve secundario, las cosas realmente importantes parecen brillar ante nuestros ojos, que a su vez dilatan sus pupilas ante otros estímulos.
Puede ser que siendo considerados con nosotros mismos y quizás no pudiendo encontrar la belleza que en algún momento sentíamos que nos acompañaba, decidamos mirar más allá. O sencillamente nuestro criterio cambie y sinceramente podamos apreciar con los ojos del alma, lo que realmente trasciende.

Todo cambia, todo es impermanente

Este principio nos invita a desapegarnos, a no aferrarnos a las cosas que sabemos que no durarán y bajo el principio de totalidad, esto aplica para cada una de las cosas que conocemos, incluyendo las personas, los afectos, los lugares.
Cuando nos desligamos de nuestra forma más básica de pensar y la atracción física deja de mover nuestras emociones para darle paso a la atracción mental o a conexiones para las cuales no tenemos mayor explicación, hemos pasado a un nivel de evolución diferente, que nos permitirá descubrir en el otro algo que no tiene que ver con lo evidente, sino con su esencia más pura.
Es necesario que el ego se siente a un lado, solo a mirar, sin interferir, sin opinar, sin juzgar y para ello, será conveniente estar en cada momento de manera consciente y presente, esto permitirá que el ego descanse y nuestro verdadero ser asuma el control, encontrando la belleza en otras partes, en otras cosas, en todo y en todos.
La belleza nunca dejará de impresionarnos con el paso del tiempo, pero sí aprenderemos a que la belleza no está en los sitios donde acostumbrábamos a observarla, la apreciaremos en las cosas más sencillas, que quizás no le dábamos valor, la contemplaremos en la sonrisa de un niño, en la bondad de quien ayuda, en quien escucha y aprende, en el que defiende a otros ante la injusticia, en el que vibra con lo que hace, en las miradas plenas de amor, en cada milagro que conforma la vida, en cada alma que toca la nuestra.
El amor no mira con los ojos, sino con el alma. William Shakespeare

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